Todo verano tiene una historia. Un día me dijeron que la vida nunca iba a ser la fiesta que siempre nos podríamos haber imaginado pero que, ya que estábamos aquí, bailásemos. De un lado a otro, con los ojos cerrados y el corazón abierto. Y no me refiero a bailar en la pista de baile, sino bailarle a la vida sin que el espectáculo termine. Poca gente es capaz de hacer de su vida una fiesta, y si nos paramos a pensarlo, ¡Qué fácil es hacer que todo valga la pena!
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